miércoles, 22 de agosto de 2012

Haruhiko Kawaguchi (Hal), Flesh love o amor plástico


Mientras el verano azota distintas ciudades del mundo y los ciudadanos combatían como podían la ola de calor, distintas webs occidentales y asiáticas y la publicación alemana Der Spiegel (que incluye un vídeo) se han hecho eco de un experimento como poco asfixiante pero con un alto contenido simbólico para su autor.
El fotógrafo japonés Haruhiko Kawaguchi (que se hace llamar Hal) ha mostrado el resultado de una encerrona, aunque con el consentimiento de sus protagonistas. Hal reclutó en distintos night clubs nada menos que a 80 parejas para llevar a cabo su trabajo Flesh Love. Amor carnal, pero también “fresco”, según la pronunciación japonesa que iguala erres y eles. Según Kawaguchi, aunque una pareja se rompa siempre quedará un momento para la inmortalidad y qué mejor que una foto para registrar la fusión temporal de cuerpos y almas.
En su estudio-apartamento de Tokio, y ayudado por su novia estadounidense, Katherine Kane, Kawaguchi envasó al vacío a las parejas que se prestaron a ello. Y fueron unas cuantas, que el fotógrafo encontró en clubes de su ciudad. En la cocina del fotógrafo los voluntarios se sometieron a la operación plastificado con sus ropas y objetos fetiche. Unas enormes bolsas como para envasar carne (de 100 por 150 centímetros) que el artista compró por Internet envolvieron los cuerpos; atrevidos en general, pero asustados como para incluso orinarse. Aunque nadie gritó ni intentó morder o romper el plástico, relata el fotógrafo. Sus compatriotas son maestros en resistir situaciones extremas (numerosos teleconcursos dan cuenta de ello).
Durante la ejecución de Flesh Love hubo algunos incidentes, reconoce Hal, pero no graves. Y los más temerosos fueron los hombres, confiesa. Las mujeres no dieron grandes muestras de pánico, “solo querían aparecer lo más guapas posible”, explica el fotógrafo. Unas caras se ven sonrientes, otras mecidas en un sueño medio pesadilla o aguantando la respiración bajo el agua y otras sumidas en el desasosiego.
Hal y Katherine envolvían a los modelos y con un aspirador extraían el aire. Antes de ser forrados en plástico, fueron lubricados con crema con el fin de evitar rozaduras. Para evitar males mayores, el momento del envasado no superaba los 10 segundos. Y el fotógrafo y su ayudante calmaban los nervios de los participantes contándoles todos los pasos del proceso y preguntándoles si se sentían cómodos. Por si acaso las emergencias tenían oxígeno a mano. Arte provocador bajo control.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/08/21/actualidad/1345567404_403904.html